Todas las mañanas, a eso de las nueve, se lía un pequeño remolino en el patio infantil de un colegio del Brillante, algo mágico, pero imperceptible a los ojos de quienes no conocen el hecho ni los personajes. Como si fuera la entrada de un hormiguero, cada niño parece tener claro su destino o, si no, lo improvisa. Van de un lado a otro, chillando, corriendo, chocándose con otros niños y cambiando otra vez de rumbo. En la misma puerta de ese patio, hay siempre tres o cuatro niñas esperando, sin que nadie se lo pida, a Ángela.
Ángela entra en escena sin llamar la atención, como una más, eso sí, con ayuda de su madre y una monitora para acercarla en su silla especial. Es entonces cuando las niñas que la estaban esperando la saludan desde lejos y se reparten a ambos lados de la pequeña. Unas veces, Adriana, otras Lucía, o Paula, o Marina, o Rocío, o Julia, que más da, raro es el día que falta alguna de las amiguillas para acompañarla apenas unos metros hasta donde está su clase.
Ella se sienta en el equipo verde, con otros cinco compañeros, y su ángel de la guarda, la monitora, que sólo está por asegurarse que Ángela se concentra, y vaya si lo hace. A poco que la seño junta sus manos para rezar, la peque hace lo propio, como los veintitantos personajillos que ya se ponen serios y chapurrean las oraciones.
Con sólo cinco años, miento, cuatro, porque empezaron el año pasado, ese grupo en concreto está recibiendo un máster acelerado y prematuro de sociología, de valores, de integración. Recuerdo perfectamente cuando se nos convocó a todos los padres, con el curso ya empezado, para anunciarnos la llegada de una nueva compañera muy especial. Desde luego, el término era ése, especial, para todos. Para hijos y padres ha sido un regalo excepcional. Se pidió por la dirección que se inculcara desde la casa de cada uno la mayor naturalidad a los pequeños y eso hicimos, eso hacemos y eso es lo que están mamando los niños.
Ángela participa, en la medida de sus posibilidades, en todas las actividades del grupo. Dentro y fuera de la clase. Es una más en los cumpleaños y se lo pasa igual de bien con una cama elástica o cuando toca bailar. Precisamente fue en un cumpleaños reciente cuando pude contemplar una escena tan tierna como cargada de sentido de la integración y la responsabilidad. Adriana, con su corta edad, hacía el papel de madre repleta de paciencia dando de merendar a su amiga. No exagero lo más mínimo. Era una imagen preciosa, ver a la una dándole la comida a la otra, reprochándole si se distraía, jaleándola cuando obedecía o limpiándola si hiciera falta. Por supuesto, no faltaban otras dos amiguillas a ambos lados contemplando el cuadro.
Que alegría saber que nuestros hijos están formándose con esos conceptos en sus cabezas. Es un sano estimulante. Desde luego requiere su esfuerzo por parte de todos, pero la recompensa no se puede medir. Por supuesto, Ángela, tiene su espacio en el grupo, y reirá, y llorará como el que más, y sacará su genio a pasear cuando le quiten un juguete y eso es fantásticamtene normal pero, lo que están viviendo esos niños es extraordinario y no vendrá en ningún libro en todos sus años de educación y, seguramente, se les quedará para siempre grabado.
Se ve que lo especial también se contagia y, ahora, en esa misma clase, coinciden veintitantos niños especiales…
Este mundo está lleno de hermosas casualidades. Casualmente, esta niña y nuestra Merceditas, comparten algunas terapias. Casualmente, ella y nuestra Paula, comparten aula. Ésta líndisima pequeña, sin duda alguna, es un cielo de niña y casualmente, se llama Ángela.
Si cada día me emocionáis, ¡hoy ya ni os cuento! Cada momento vivido con esas personitas que ya cursan 3° de infantil es un regalo y espero que lo siga siendo porque Ángela, Paula, Rocío, Adriana, Julia, Lucía… los 25! (Merceditas también, claro está) y sus papás ¡Siempre estarán en mi corazón de una manera ESPECIAL!
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Eso te pasa por ser tan buena «seño»… La profesionalidad no está reñida con la implicación personal. La (bendita) culpa de lo que hoy hemos explicado se debe, en su mayoría, a ti… Buen trabajo, Mari Paz.
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