Al final de todo, uno no recuerda ya cuántos minutos pasó esperando algo, ni cuántas horas duró el mejor fin de semana de su vida. La forma de medir el tiempo es algo desfasado, pero lo aceptamos por tener algo con lo que contar su transcurso.
Dicen que el tiempo pasado se mide en ratos. Si me apuras, en ratitos, si fueron agradables, o un buen rato, si es que costaron más pasarlos. En tragos, cuando hicieron dura mella en ti o incluso en suspiros, si te supieron a muy poco.
Dicen también que el tiempo presente se mide en momentos, y que pueden estirarse todo lo que uno quiera. Que se pueden saborear si uno se lo propone y se empeña, o que se pueden esfumar como el aire si no le prestas demasiada atención.
Dicen que el tiempo futuro se mide por sueños y que, como hacen los niños antes de acostarse, se pueden preparar, deseándolos, formándolos bien en tu cabeza para encontrártelos después en tu almohada, en mitad de la noche, y que, entonces, los sientes como si fueran así de reales.
Esta noche se oirán doce golpes de campana, doce cinceles de martillo en un bronce o doce toques de guitarra, lo que tu quieras, para recordarte que el tiempo pasa, y que es lo único de este mundo que nunca podrás ni acumular ni comprar ni retener. Imagina un pequeño duende cabalgando sobre el segundero, y que arrea o frena a su antojo la larga aguja para jugar con tu sentido del tiempo.
Eso es lo que hay, y al final, como digo, sólo te quedará lo que tu memoria quiera que quede. Dicen que el tiempo tiene dos caras, y que puede ser tan cruel como dulce, tan leal como traicionero y tan eterno como escaso, según las circunstancias.
Ratos, momentos y sueños, todo mezclado. Piénsalo, al final de todo, sólo está en tu mano que, cuando lo dejes escapar, sea tiempo perdido o tiempo vivido.
Ha pasado sólo un año, y a nosotros nos ha sabido a poco. Lo tomamos con tantas ganas que nos parece estar todavía escribiendo «Feliz 2015» en nuestras felicitaciones. Ha pasado todo un año, y le hemos sacado jugo, vaya que sí. Ya tenemos nuestra Fundación, y en el saco un millón de apoyos que se multiplica a cada paso que damos.
Así da gusto. A por otro. Gracias a todos, y que el año que empieza mañana venga cargado de cositas buenas para todos. Seguro que sí. ¿Lo notas? Ya huele a Magia…