Uno va repartiendo latidos, a las personas que ama, como quien da mano en una partida de cartas. En mi partida, hay sólo tres jugadoras. Hoy cumple 9 añazos la más pequeña de ellas, y sigue siendo un espectáculo seguir de cerca su vida. Y ella no quiere regalos; sólo quiere abrirlos. No quiere fiestas; sólo jaleo. Y un “cumpleaños feliz” bien cantao. Es un personaje. Sigue siendo incapaz de no ser natural. Si está contenta, te aseguro que lo vas a notar. Si se le cruza el cable, tampoco lo disimula. No tiene filtro, y creo que es lo que más nos gusta de ella. Los miedos que tuviéramos al principio, si la aceptarían en su entorno, si crecería en un ambiente amable, si sería feliz… de aquellos miedos, no queda nada. Lo es, vaya si lo es. La semana pasada, sin ir más lejos, la eligieron mejor compañera de su clase (ya ves, ellos sí que son buenos) y la emoción que derrochó en ese momento, es brutal. Este año, pandemias aparte, está comiéndose el mundo a cucharadas. Se sale, sin más. En lo cognitivo, sobre todo. Con su currículum adaptado, sí, pero sacando unas notazas. Sigue siendo dueña de sus tiempos, pero es innegable que va en la dirección correcta. Y sus tiempos siguen siendo agotadores para los que tenemos cuarenta ojos en ella, pero vale la pena. Es un cansancio que se lleva bien, la verdad. Y ahí seguimos, amontonando los latidos para ella, y todo lo que haga falta. Porque, padres del mundo, pa qué quiere uno un corazón, si no es pa esto..?