mis miedos

20170121_212459

Los guardo en un tarro de cristal, de esos de IKEA que la gente usa para custodiar galletas de chocolate, o chuches, o qué sé yo. En ese frasco tengo todos y cada uno de mis miedos, no por gusto ni por coleccionarlos, sino por tenerlos controlados. Dicen que ésa es la mejor forma de que tus miedos no te puedan, de que no te agobien, tenerlos a buen recaudo y sacarlos de vez en cuando, para esparcirlos sobre una mesa y así recordar qué es lo que te hace vulnerable. Pues, eso hago yo.

Te veo jugar, a lo tuyo, con unas campanitas de colores, y decido que es buen momento para pasar revista a mis miedos. Eso me hace bajar de las nubes, y saberme tan frágil como mis miedos quieran que sea.

Tengo muchos. Para qué engañarme. Pero, cada vez menos.

Miedo a que crezcas, y a que no lo hagas; a que un día dejes de avanzar; a que no te entienda, a que no me entiendas; miedo a que tu hermana nos reproche no haber estado más para ella; a que no sepamos ayudarte más; a fallarte, en lo que sea; a que un día faltemos tu madre o yo; a que dejes de sonreírme; miedo a que, entre los niños, allá afuera, se esconda algún monstruo; tengo miedo a que te pase cualquier cosa, ya ves.

No puedo evitarlo, me da miedo si pienso que la genética puede guardarnos aún alguna sorpresa, no lo soportaría; miedo a no poder ayudarte, a que nos estemos equivocando en algo a que nos quedemos cortos contigo, con tus terapias; miedo a que el tiempo vuele, a que la niña que guardas dentro tenga prisa por salir, y luego la mujer; miedo, miedo, miedo.

A que llegue un momento en que no sepa ser más optimista, a que nos demos por vencidos, a que demos la razón a quien no apueste por ti.

Me reconforta saber que faltan miedos, de otros que tuve en el pasado, y que ya ni me acuerdo. Miedos que dolieron tanto que es imposible echar de menos.

Ya está. Después del recuento, devuelvo mis miedos a su sitio. Al igual que se hace con las galletas de chocolate o las chuches, ahí es donde mejor están. Mejor no tocarlas, por mi salud, dieta de miedos. Me basta con saber dónde los tengo guardados, y no me apetece volver a destapar ese dichoso tarro hasta dentro de una larga temporada.

Porque mis miedos son muchos, pero los tengo controlados, son pequeñitos, y no voy a dejar, por un sólo momento, que me impidan disfrutar, por ejemplo, de ver cómo juegas a lo tuyo, con tus campanitas de colores.

img_20170121_211325