No es fácil ser un ángel en esta tierra. Está claro, tiene que ser eso. Yo te guardo el secreto, pero confiésamelo, porque eres un ángel, ¿verdad?
Eso explicaría muchas cosas. Tu cara todavía rechoncha, tus carnes apretadas, tus pies, tan pequeñitos. Los ángeles saben volar, pero nadie dijo que supieran caminar.
Eres calcada a un angelote de esos que pintaba Murillo, acompañando a sus celestiales Señoras. O como esos otros de Rafael, pensando todo el día en las musarañas, apoyados en cojines de algodón.
Para qué vas a querer usar los pies si estás acostumbrada a jugar entre las nubes. No me extrañaría que te salieran dos alitas un día de estos. Te falta lo justo para salir volando.
Quizás por eso te pones tan contenta cuando sales a la calle. Los ángeles no están hechos para vivir entre cuatro paredes, claro. Y nosotros sin verlo.
A lo mejor, es por eso que no te entiende nadie cuando chapurreas. Tú sabrás lo que dices, tú y tus amigos los otros niños alados. Desde luego, cuando dices lo que dices, lo haces muy segura, super convencida. Seguro que es por eso.
Seguramente eso explique que no tengas prisa por crecer. Para qué, ¿para complicarte con tonterías terrenales? Con lo bien que se está así.
No cabe duda, por eso te encanta chapotear en el agua, porque no podías hacer lo mismo allá arriba. Qué gracia.
Seguramente, también, sea eso lo que te veo hacer de vez en cuando, cuando mueves tus manitas como acariciando el cielo, como contando estrellitas con los dedos, o qué sé yo que hagáis los ángeles para empezar a dormir.
No sé, me parece que tiene que ser así. Quizás por eso me quitas las penas con sólo mirarme. A lo mejor por eso sabes cómo detener el tiempo y jugar con él a tu antojo. A lo mejor por eso transmites esa serenidad mientras duermes.
Estoy seguro que por eso, angelito, encandilas a cualquiera que te conoce, porque nunca habrían visto uno.
Dicen que cuando los ángeles lloran, se pone a llover. Me lo creo. No debe ser fácil para vosotros, la tropa de ángeles que estáis repartidos por medio mundo, acostumbraros a tantas y tantas normas de lo más absurdo, porque, de donde venís, no había nada de eso.
Supongo que esto pasa por tanto repetirlo de pequeños en esas oraciones que nos enseñaban, que llega el día menos pensado, y se te cumple. Pues eso, dulce compañía, no me dejes nunca, nunca solo, que si no, tengo claro que me perdería.
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Precioso… que ganas de conocer en persona a vuestro angelito 🙂
Un abrazo familia.
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No puede haber más ternura en esas palabras..m encanta
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Que palabras más dulces y con tanto sentimiento.un beso muy grande familia.
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