Desde luego, las tres de la mañana no son unas horas decentes para jugar. Bueno, depende de quién y cómo te lo pida.
A nosotros nos lo viene pidiendo la pequeñaja que, por mano de no se qué sueños, se nos desvela y empieza a hacer ruidillos hasta que consigue que nos personemos alguno a los pies de su cama. Una vez allí, le preguntamos con los ojos pegados y a media voz, para no despertar a la niña de la camita de al lado.
«Qué te paaasa, qué quieeeeres…» «¡U…ha!». Pues claro, te lo dice así, de tan tiernas maneras, que no podemos más que reírnos, cogerla en volandas y llevárnosla a nuestra cama en un ataque empalagoso de besos. «¡U…ha!», pausado, bajito, despacio, como es todo en ella, pero con una sonrisa que no le cabe en los mofletes.
Lo reconozco, si fuese la mayor, a esas horas, la respuesta sería distinta. Pero es que la pequeña, para un poquito que nos habla, no nos queda otra que reírle las gracias, por muy tarde que sea. Va camino de los cuatro años, y va encontrando la forma de comunicarse con nosotros, así que ese «¡u…ha!» bien vale un poquito de mimos y juego.
Luego, ya en nuestra cama, intentamos hacerle un cariñoso vacío, dándole la espalda a ver si se aburre y nos deja descansar. Pero no hay manera. Parece que sabe lo que nos gusta verla reír y hacer tonterías, y claro, se luce con todo su repertorio. Que si rulito, que si palmitas, que si charlas, «mama, baba», que si coreografías… Hace lo que era impensable cuando nació, girarse, dar patadas, una verdadera paliza de patadas, en fin que a esas horas, ella decide que no se duerme, y hay que pasar por el aro de acariciarla como un gato o susurrarle desde el cantajuegos hasta los tres cerditos y, si te duermes o se te ocurre parar, te pellizca la cara pidiendo «¡ma!».
Lo que no sabe ella que a nosotros eso nos da una inyección de felicidad tremenda, y que por más que le demos la espalda, no podemos quitarnos una sonrisa de la cara porque significa que las terapias marchan. Está superestimulada, y ya no nos sorprende que comience el show de payasadas cuando ya sólo se oye el ruido de las sábanas.
Es impresionante, avanzar como lo hace, tan despacio pero tan decidida a dejarnos a todos sorprendidos; boquiabiertos a los que apostamos por ella y boquicerrados a los que no daban un duro por su avance, que los hay.
Luego, la puñetera, cuando ya se queda dormida, ha logrado que seamos nosotros los que ya no peguemos ojo, porque ya no valga la pena, pendientes del despertador que ya toca, y prefiramos quedarnos callados, viendo cómo duerme, adivinando las cosas que rondarán en su cabeza, ordenando y desordenando a discreción todas las historias de que se ha ido empapando durante el día, en sus muchas horas de trabajo con sus amigos los fisios, la logopeda, los terapeutas, en fin…
¿La niña quiere «¡u…ha!»? Pues nada, juguemos pues, que ya habrá tiempo de dormir…
¡Qué post más bonito y lleno de ilusión y esperanza!
Aunque me da pena que perdáis sueño, espero que cada vez tengáis más ¡u…ha!, palmitas y demás monerías…
A mi también me ha puesto la sonrisa en la cara… 🙂
¡Un besote!
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