la mejor de las terapias

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Por lo visto, hay indicadores del desarrollo de un niño que están donde menos sospechabas. Aunque parezca extraño, yo he encontrado uno en plena calle del infierno, de la feria de Córdoba.

Estamos acostumbrados a que nos hagan seguimiento de todo tipo un amplio abanico de profesionales. Y casi que nos hemos acostumbrado a esperar a esos momentos, a esas evaluaciones puntuales y periódicas como si fueran las «notas» de la niña.

Parece que si no nos lo dice un profesional, ya nosotros no somos capaces de advertir la evolución que, innegablemente, está ahí. No es que no sea consciente de que la niña avanza, eso siempre lo digo y, de hecho, es la base imprescindible que te mueve a seguir en esa línea. Es que, sin darme cuenta, un día cualquiera en un escenario poco ortodoxo para ello, la propia niña me ha demostrado cuánto de grande es ese avance en ella.

Llevamos a nuestras hijas, sin querer, siempre entre algodones. Estamos pendientes de cada detalle, de cada riesgo oculto que se pueda presentar en su entorno. Cuidamos que no le suceda nada, aunque para ello tengamos que privarlo de cosas que no debería perderse ningún niño.

Jamás pensé que le gustaría tanto el enjambre de niños subiendo y bajando en los cacharritos de la feria. De verdad que casi tenía asumido que no le atraían lo más mínimo, que les tenía miedo, que huía de las masas. Nada más lejos de la realidad.

Esta niña quiere juego, y lo está pidiendo a su manera, y empieza a tirar de ti hacia lo que le gusta, y coge sus berrinches propios del capricho y de su edad, y eso me vuelve loco, no sabéis cómo.

Acaba de cumplir tres años, y es ahora cuando ella deja de ser bebé para ir siendo más niña. Es más consciente de lo que ve, de lo quiere y te lo hace saber, cada vez mejor.

Hay que verla, sin levantar un palmo del suelo, montada en una atracción que le queda grande por donde la mires, con los pies colgando y una sonrisa perfectamente encajada en su cara, disfrutando de sensaciones completamente nuevas para ella, con esas luces, ruidos, olores. Estimulación al por mayor… Emociona, sin más.

Y emociona, además, comprobando que se van cumpliendo tus expectativas, ésas que tan lejos veías hace tres años, y que te inyectan un optimismo en vena mejor que cualquier otra droga. La ves riéndose, impaciente porque empiece a dar vueltas el carrusel, dando vueltas a un volantillo de plástico, como hacen absolutamente todos los niños, y eso te da la vida.

Además, te das cuenta de que eso no es cosa tuya. cruzas una mirada de complicidad con su madre, que disfruta como tú de la estampa, y te fijas al lado de la peque a su hermana, cada día más entusiasmada con su compañera de juegos, y es un no va más.

No sé quién se divertía más en estos días, si esa niña, con su vestidillo de gitana rosa chicle, o el niño que yo tenía por dentro, al que sacó a pasear mi hija, y que hacía tiempo que no pisaba la feria, no de esa manera, ni se montaba en las atracciones y ni saboreaba esas cosas tan simples, y tan buenas.

Hay señales y valoraciones que no se encuentran en un informe médico ni en ningún test super elaborado. Y no necesitas sentarte en una sala más o menos seria para entenderlas. A veces, basta con probar con métodos de toda la vida, como dejar jugar a la niña, a ver cuánto tiene de niña. Esta vez, la mejor de las terapias, tiene forma de cacharrito.

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https://miaoquehago.com/2015/06/07/mia-como-vamos-y-como-colaborar/

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