No es cuestión de acostumbrarse a verlo, sino de saber mirarlo. Hace sólo unos tres años, a mí también me resultaba algo incómodo tratar estos temas y tener contacto directo con personas con alguna discapacidad, o con sus familias.
Uno no sabe qué decir ni cómo hacerlo para no herir algún sentimiento, aunque sea sin querer y, precisamente, al igual que le pasa al más torpe cuando le pone más empeño, que se pone nervioso y la lía más todavía, así parece pasarnos cuando más celo mostramos en ser naturales, que se manifiesta justo lo contrario.
Hay que buscar la naturalidad, por ambos lados. Creo que la clave puede estar en que los demás sepan que los padres de un niño con discapacidad no nos sentimos ni inferiores ni en desequilibrio con respecto a otros niños. Que lo que puede parecer incómodo a la vista, ni se nota cuando el roce es constante.
A veces los prejuicios nos engañan los sentidos, repito, sin quererlo, sin saberlo. Hay cantidad de videos en las redes sobre estudios poniendo de ejemplo la actitud de los niños frente a otros niños con algún tipo de discapacidad. En todos ellos se concluye que, cuanto más pequeños son los niños, menos reparan en las diferencias.
Ayer, esperando en el pasillo para la consulta del médico, una niña de unos cuatro o cinco años, se acercaba primero a nuestra hija, que casi estaba ya dormida, y luego a otra niña con Down, algo mayor que ella. La conexión fue inmediata, igual que el efecto en el resto de asistentes a la escena al verlas entenderse y jugar entre ellas: sonrisa inevitable.
Los niños son 100% naturales, de verdad, y todo lo más que pueden mostrar es curiosidad, pero sin intención ni maldad ninguna. No digo que los mayores la tengan, pero es que no saben ocultar esa incomodidad que decíamos antes y el resultado es, como más de uno habréis comprobado, nefasto.
En ocasiones, hace falta un minutito distinto, un ejemplo brillante para que todos sean capaces de recuperar el control sobre sus sentidos y dejar mandar al corazón que, en estas cosas, es el que sabe.
Uno de esos minutitos corre como la pólvora desde hace semanas, en el que Adrián, un niño de 9 años con algún problema neurológico, brilla más por lo que es que por lo que tiene, y regala filigranas con una maravilla de voz que ya quisiera más de uno para sí.
Sería fácil quitarle mérito, decir qué sólo gusta por lo impresionante de su situación, pero no es esa la realidad. El niño tiene un voz preciosa y sabe usarla engalanándola de sentimiento.
A lo que vamos, esos niños tienen unas características que les diferencian de lo que suele ser habitual, estándar en todos los niños de su edad. Si somos capaces de obviar esos detalles, habremos logrado la ansiada naturalidad, porque no dejaremos que nuestros sentidos nos distraigan de lo que tenemos delante.
Los padres de estos niños hemos descubierto, por fin, que esto es así, y tenemos la suerte de inculcárselo a los que tenemos alrededor. Más todavía si se trata de un hermanito bajo el mismo techo. El verdadero reto está en que los padres del resto de niños, los que no sufren ningún tipo de problema en su desarrollo, sean capaces de educar a sus hijos en esos valores que hoy tanto cotizan: el respeto a lo diferente, la empatía por los demás y el reconocimiento del esfuerzo al superar tus propias limitaciones.
Para el que no lo haya visto aún, que mucho lo dudo, os dejamos con ese minutito del pequeño Adrián, llenando el espacio con su voz junto a Rosario Flores, a lo que sólo se puede decir, qué bonito…
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Precioso el escrito y el vídeo.Enhorabuena de nuevo, seguiré leyendo los siguientes.
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Que razón tienes en todo Bernardo. Cada vez te superas en tus escritos, Besitos
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