sonríe, payaso…

sonrie

Tengo por norma no fiarme de alguien que no sepa silbar, o que no suela tararear algo de vez en cuando. Es que, si no tiene motivos para silbar, sinceramente, creo que algo le pasa, que está acumulando una tensión interna peligrosa que acabará por salpicar a los que tenga a su alrededor. Pues eso, huyo o me los quito de mi entorno, y me va genial, de verdad.

Hace ya un septiembre que empezamos con esta historia de Miaoquehago y, podéis creerme, estoy silbando más que nunca. Lo silbo todo, y puedo alardear de saber hacer filigranas musicales en cualquier género, desde infantil -cómo no- hasta clásica, pasando por música electrónica.

Es un síntoma muy gráfico y si no, pensadlo y me contáis. Te sientes bien, silbas; no te sientes bien, resoplas. No falla.

De hecho, el silbido y el tarareo, están íntimamente ligados a la sonrisa. Supongo que viene a ser como el calentar y el estirar que hacen los deportistas antes de ponerse a darlo todo.

La sonrisa. Vaya invento. La sonrisa es el sostén del espíritu. Y no sólo del propio, sino del ajeno. Una sonrisa, bien sonreída, es capaz de levantar la moral más hundida que hayas imaginado. En casa nos obligamos a sonreír de vez en cuando. Estoy seguro que nada es tan serio que te borre la sonrisa para siempre. No puede serlo.

¿Cuál sería la primera sonrisa de la historia? No tengo ni idea, pero debió ser impresionante. Seguro que incluso asustaría al que la viese, porque refleja un poder de su dueño increíble, capaz de cualquier cosa.

Hay que tener bien cargado el arsenal de sonrisas, por lo que pueda pasar, porque nunca sabes cuándo se pueden necesitar. En nuestras circunstancias, creo que he sonreído más a mis hijas desde que nacieron que en toda mi vida al completo. Es una herramienta fundamental de quien trata a diario con niños con problemas de desarrollo.

Y estoy seguro que los niños con este tipo de limitaciones captan bien el mensaje lanzado en forma de sonrisa. No se puede lograr la motivación necesaria de otra manera. Piénsalo. Cuando más se dejan la piel, cuando más cerca están de la derrota, mejor reciben una sonrisa. Debería ser un tratamiento casi imprescindible para todos los males. Y gratis…

La sonrisa empuja al que se esfuerza hasta alcanzar su meta, reconforta al más cansado y premia lealtades. ¿Quieres mostrar orgullo y respeto por alguien con sólo una línea? Sonríe. ¿Quieres decir un «te quiero» alto y claro sin que nadie te oiga? Sonríe. ¿Quieres abrir un paracaídas infalible? Sonríe. Y hazlo porque sí, porque no te cuesta nada y porque no sabes cuándo vas a dejar de hacerlo para siempre. Búscate una buena excusa y dale arrugas a tu boca, que no te arrepentirás.

Puede sonar a psicología barata, pero cada vez tengo más claro que funciona. Demasiadas malas noticias alrededor. A medida que creces no dejas de ver miles de motivos para dar gracias por lo que te haya tocado vivir. Vivimos y nos desvivimos trabajando como los faraones, tan ingenuos que nos pensamos que las riquezas que generemos ahora nos servirán de algo en otra vida. Me da a mí que no. Así los enterraban, completamente hieráticos, sin gesto, sin sonrisa. Y así les va ahora.

Si últimamente tienes esa rara sensación de que todo se tuerce, en serio, sonríe y haz sonreír. Saca de una vez al payaso que llevas dentro y ponlo a trabajar. Hazme caso. Es urgente.

pulsera modo sonrisa
Pulsera Miaoquehago, modo «sonrisa».

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3 comentarios sobre “sonríe, payaso…

  1. Como siempre, dando en el clavo. Cada día, cuando vamos paseando para el cole Mencía y yo, cantamos y voy silbando diferentes canciones (ella todavía más que silbar, sopla). Aunque la mayoría de la gente nos mira con caras raras, jejejeje, nosotras nos dejamos llevar por la musiquilla, nos venimos arriba, el camino de nos hace más corto y, de paso, a alguna persona que otra con la que nos cruzamos le sacamos una buena sonrisa…

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