Los pronósticos comienzan desde temprano, desde que están tranquilos en las barrigas de sus madres, quizás cuando más sensibles nos mostramos los padres a cualquier opinión que venga del exterior, y más si viene de una bata blanca. «Vuestro hijo no va a…» lo que sea. Pinzar con la mano, succionar con normalidad, eliminar líquido, hasta se atreven a vaticinar si tendrá en el futuro problemas de cataratas.
Continúan luego, ya nacidos, aplicando los famosos percentiles y empeñados en cuadrar, a capón, a los niños en categorías, en bandos, en grupos de los que se supone que evolucionarán de una manera o de otra. Cambia, se matiza el discurso de los de bata blanca. «Vuestro hijo, probablemente, no vaya a…», lo que sea. Gatear, caminar, manejar las manos con precisión, hablar. Uf, es muy difícil de asimilar en cada consulta, pero uno se va haciendo inmune a los mensajes negativos y a saber interpretar lo que le llega en forma de conclusión.
Descubres el maravilloso mundo de los que se mueven, de los que intentan y visualizan metas, de los fisioterapeutas, de los psicólogos, de los logopedas y psicoterapeutas. Entonces te das cuenta de que todo es cuestión perspectiva, de la forma en que se mire al niño. Se puede tomar como una muestra más de la estadística ya escrita o el elemento que ayude a irlas cambiando. Creo recordar que, según me ensañaron en el colegio, la estadística tiene una característica muy curiosa: está viva, y se autoalimenta de más pruebas, de más datos…
Pones en marcha unos planes de trabajo que te marcan esos otros profesionales, sin terminar de creértelo mucho. Ves los primeros frutos y te cambia la cara.
En las siguientes revisiones, los médicos «dicen Diego», y donde antes se veían todo negro, ahora empiezan a divisar luz, poquita, pero luz al fin y al cabo. «Parece increíble, pero vuestro hijo no iba a…», lo que sea. Ahora ya no se atreven a apostar por el futuro, y te animan a que sigas en esa línea, porque la evolución es innegable y vale millones.
Pasan las semanas, los meses, y se dejan sus cuerpecitos en terapias. Lo sientas en la camilla de cada especialista, y sólo toca el silencio y una sonrisa de satisfacción en esa cara con bata blanca.
Todo es cuestión de conjugar el trabajo de unos y de otros, porque es fundamental que todos esos ojos estén puestos en tu hijo. Simplemente, si vas dando con médicos abiertos a todo tipo de posibilidades, pégate a ellos. Por la salud de tu hijo y, aunque no lo creas, por la tuya propia…
Está claro que nuestros hijos no aceptan un NO por respuesta. Está claro que esté mundo no se mueve a base de NONES y que hasta el más sentado de los principios está sujeto a revisión. Haz como tu hijo, destierra de tu cabeza ese monosílabo y prepárate a sorprenderte cada día más con lo que pueden hacer estos niños con tanto trabajo.
Según todas las leyes físicas más básicas de la aviación, es imposible que las abejas puedan volar. Por lo visto, tienen las alas demasiado pequeñas para levantar el vuelo de un cuerpo demasiado gordo. Menos mal que las abejas pasan de las leyes de los expertos en aviación…
Nuestros hijos parecen tener ese bendito complejo de abeja, y se muestran decididos a ir a lo suyo, haciendo oídos sordos a los que tiran de estadística y de tratados médicos para decir lo que será o no será de sus vidas. ¿No es maravilloso?
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Mi abejita, según algunos batas blancas, no iba a salir hacia delante……. Y hoy, a base de terapias, físios, etc, es la niña mas feliz de la tierra.
Si, es maravilloso!!!!
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