el extrañísimo síndrome de Spongebob Squarepants

bob

Se pega fácilmente, pero que nadie se asuste que, ni es peligroso ni es maligno. Es más si puedes ponerte a tiro de contagio, es más que recomendable.

Llevo un tiempo dándole vueltas a esta entrada. Llevo mucho analizando, como si yo supiese de algo, el contenido de unos dibujitos animados que trae locos a más de un niño: Bob Esponja.

Confieso que, de primeras, me echaban para atrás, que no podía ni verlos porque en ellos abundaba la violencia y el sinsentido. Luego, capítulos más tarde, me reconozco algo parecido a un «fan» en la sombra de ese personaje. Ojo, no de la serie, sólo de su protagonista.

Aplico el cuento que he descubierto tras esa serie infantil a mi vida diaria y le veo mucho más sentido del que imaginaba. Y debo reconocer que me encanta.

Pensadlo, es ideal. Empezando por el perfil del curioso bicho que da nombre al programa, que es una esponja que habla, con una boca presidida por dos «inescondibles» paletas, que va a trabajar todos los días a un local de comida rápida, y que tiene por mayores aficiones cazar medusas o hacer millones de pompas.

Eso, visto por encima, porque el sujeto presenta también unos dones que ya quisiéramos más de uno. Es un optimista empedernido, no hay capítulo en que pierda su mentalidad positiva y siempre se empeña en imponerla. Tiene un sentido de la responsabilidad increíble, aun cuando ostenta un modesto trabajo haciendo hamburguesas, se lo toma como la cosa más importante del mundo. No deja de ayudar a los demás, nunca piensa en sí mismo.

La serie transmite unos valores muy interesantes. Para empezar, nada más lleno de diversidad que el fondo del mar -Fondo de Bikini-, donde habitan especies de todas las formas y capacidades. Esto es lo que más me gusta del programa. Sin ir más lejos, el mejor amigo de Bob es Patricio, una estrella de mar con una mentalidad muy infantil, lo que quizás en la vida humana real se asociaría con un retraso madurativo. Jamás Bob ha tenido un mal gesto de burla hacia esa forma de ser de su amigo. Eso está bien.

Hay hasta una ardilla -sí, una ardilla-, que necesita de una escafandra para vivir y respirar bajo el agua. Listísima, por cierto, y muy respetada por los demás a pesar de sus limitaciones.

En ese escenario, te puedes encontrar desde un espécimen de plancton, caracoles que maúllan y hasta una cría de ballena hija de un codicioso cangrejo que tiene Bob por jefe. En fin, es el absurdo mundo tal y como pueden imaginarlo los niños, donde no hay reglas establecidas para nada y todo se asume como válido sin llamar la atención en ninguno de sus personajes. Eso es respeto por lo diferente, y está a años luz de lo que deberían tener otros programas televisivos.

Para terminar, identifica los valores negativos de una forma muy sutil, por ejemplo, en la figura de Calamardo, envidioso, egoísta, vago y todos los estigmas que pueda coleccionar una persona de lo más tóxica, y la castiga convirtiéndola en blanco de todo tipo de calamidades. El clásico de que la energía negativa sólo llama a más energía negativa.

«Me llamo Bernardo, tengo 38 años -casi 39- y me encanta Bob Esponja». ¡Ea! ¡Ya está dicho!

Pues eso, que de mayor ya me gustaría a mí ser un poco más como Bob Esponja, siempre positivo, con una energía a prueba de bombas y una imaginación interminable. Eso sí, sin ese llamativo color de piel, que no me pega nada con los trajes que me pongo a diario.

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