la burbuja sanitaria

burbuja sanitaria

No escarmentamos, la verdad. Nos gusta el masoquismo y todo lo que nos pase es poco y nos lo tenemos más que merecido. Creo que, a veces, sufrimos algo parecido a un Síndrome de Estocolmo. Nos ha pasado con productos financieros, con la fiebre inmobiliaria, con la corrupción política y, por supuesto, con los seguros de salud.

Uno se pasa toda la vida pagando un seguro privado de salud confiando en que no tenga que utilizarlo nunca, por miedo a que se dispare su cuota. Por contra, sigue asistiendo a la Seguridad Social, congestionando más las salas de espera que las narices de quienes las ocupan en plena temporada de gripe.

Somos así. Pagamos el gimnasio, y no vamos. Pagamos a un nutricionista y le mentimos sin piedad, saltándonos la dieta con pértiga. En el fondo nos va la marcha. Es una estafa consentida, como otra cualquiera.

Llevamos desde enero esperando una operación de caderas que no llega en un quirófano público, y se nos ocurre tirar de privado. La peque lo necesita y, cada día que pasa, las caderas tienen peor pinta, por lo que no podemos esperar el milagro en forma de hueco en la lista de infantil.

Hemos tenido que hacer uso de lo que creíamos que teníamos cubierto por nuestra compañía -SANITAS-, y ahora entiendes por qué sonreía tanto el comercial. Ellos saben de antemano que no te cubrirán algo que lleve más de dos tiritas. Ellos hacen la ley -el contrato- y la trampa -las excepciones-.

Al momento de ofrecerte los servicios, no escatimarán en gastos de publicidad. Cada anuncio es una estampa de un mundo maravilloso, donde nadie se pone enfermo o, si lo hace, con un abracadabra, sale hasta mejor que como estaba.

Los servicios que reclamo ahora son necesarios para la hospitalización de mi hija, en un centro con convenio con la Compañía. El gran «pero» viene porque el profesional que prescribe la intervención no está en el cuadro médico de la aseguradora.

Piénsalo bien, ¿de verdad crees que sabes qué vas a necesitar exactamente en el futuro? Uno se queda tranquilo, seguro -que ironía-, con la paz de ver que todos los meses se van de la cuenta los euros que sean para pagar a ese ángel de la guarda que nunca te fallará, por que le pagas.

Luego resulta que ese ángel de la guarda tiene una lista de excepciones, con letra pequeña, más larga que la de las propias coberturas. Lo que reclamo, «al peso» no es más que lo que pago por mi familia en año y medio. Eso me pasa por tonto, y ahora ya lo sé.

Lo malo es que terminaré con SANITAS y me meteré con otra, que me encandilará hasta que le dé mi número de cuenta, y cuando tenga que acordarme de ella, ella no se acordará de mí.

Eso es así. Pero así lo seguiremos alimentando nosotros mismos, inflando con nuestras pólizas esta nueva burbuja sanitaria que mantenemos viva sólo por dormir más tranquilos, por saber que tienes la tarjetita azul ahí guardadita en la cartera, por si algún día te pasa algo. Dios no lo quiera y, desde luego, tú tampoco.

2 comentarios sobre “la burbuja sanitaria

  1. Hola bernardo. Como te entiendo. Hace un par de meses tb tuve problemas con sanitas por el niño. Cuando los necesitas te dan la espalda. Hay q aguantarse con las laaargas esperas de la seguridad social xq muy pocos seguros medicos aseguran a un bebe con «problemas». Nosotros llevamos 2 meses esperando una resonancia q no llega.. Uff. Resignacion

    Me gusta

Deja un comentario